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La imposición del "buenrrollismo"

Reconozco sentirme sorprendido ante la frecuencia con la que se contagia el síndrome que yo he venido a denominar: "buenrrollismo". Este grupo de patologías, que se comenzó a desarrollar en los setenta en los "happenings" de los "hippies", ha ido calando progresivamente en todos los estratos sociales hasta convertirse en un estado patológico manejado y dirigido por la superioridad. 
Los dirigentes antiguamente se limitaban a mandar, a imponer sus leyes a base de órdenes, amenazas y sentencias penales. Hoy hacen lo mismo, pero para disimular, frecuentemente dejan hacer, utilizan una actividad, afición, o similar como un signo inequívoco de bondad, de falta de malos pensamientos. La regulan mediante una normativa y ofrecen a sus usuarios ese marchamo de calidad que da, por ejemplo, ir en bicicleta, tener un animal de compañía o celebrar de forma ruidosa algún acontecimiento.

Así, sin darnos cuenta, ponen etiquetas (los periodistas y publicistas también). Distinguen a los "buenos" de los "malos", a los "modernos" de los "anticuados", a los "enrrollados" de los "coñazo". No sólo lo transmiten y lo regulan, sino que las personas (especialmente los pertenecientes a esos grupos de privilegio) asumen inmediatamente esa facilidad para el buen rollo entre individuo con las que coinciden en las apariencias y los asimilan a determinadas ideologías, cultura y comportamiento sólo basándose en algo tan superfluo como llevar una pegatina, un escudo o sostener la correa de un perro.

Todo esto lo pienso mientras veo el comportamiento de algunos amos con sus perros que, ahora pueden subir al metro convenientemente ataviados. Sonríen ufanos al entrar en el vagón, especialmente si encuentran a otro congénere. Los perros se huelen, se lamen los culos o el sexo y los amos se guiñan los ojos, hacen gestos masónicos y miran al resto con desprecio. Y que queréis que os diga, a mí con los perros me pasa como con los niños. No me gustan salvo si son míos. El resto me molestan. 

De hecho, el comportamiento de muchos amos en el transporte público dista mucho de que sea en todos ellos el correcto. Los primeros días todo iba como una seda, pero al poco, cada vez más veo perros sin el correspondiente bozal e incluso sueltos. Algunos llevados por individuos de los que huiría en un callejón desierto. He encontrado una deyección perruna en mitad de un transbordo y no tardaré en presenciar a un cánido levantando uno de sus cuartos posteriores junto a la barra para miccionar como si se tratara de un árbol.

Ellos no tienen culpa, pero veo claro que tener perro o supuestamente profesar amor a los animales no garantiza en absoluto ser mejor persona o ciudadano. Esto lo pienso mientras un perro destroza un parterre precioso en un parque con sus flores perfectamente ordenadas por el jardinero y su amo se sienta tranquilamente y sin inmutarse en un banco a lo lejos.

La verdad es que yo exigiría tener los mismo derechos, por lo menos en cuanto a evacuación, que los perros. ¿Por qué una persona no puede aliviarse en la calle sin sufrir una multa de elevado dispendio? No sirve de excusa la enfermedad prostática o la gastroenteritis invasiva galopante. Eso sí, si eres niño o niña no hay ningún problema. En Amsterdam lo tienen muy bien arreglado con unos meaderos públicos muy bonitos en cualquier esquina, aunque cualquiera de reojo te pueda ver la picha... Ahora que pienso ¿En Amsterdam no acabo de localizar los equivalentes para las féminas? ¿Será que allí orinan sin agacharse?

Pienso lo mismo sobre el "buenrrollismo" cuando una guapa joven con vestimenta alternativa se sube al metro con una inmensa bicicleta en un día soleado ocupando medio vagón. ¿Para qué la quiere si no pedalea? La verdad es que encuentro incompatible el transporte publico con las bicicletas. ¡Oye, si no estás para pedalear la dejas en casa! ¡Digo yo! Tengo la sensación de que solo la usa para dejar clara su pertenencia a determinado grupo de individuos.

Y es que es muy fácil asociar lo aparentemente bueno con lo que uno piensa, siente o hace y directamente lo contrario con el que no se manifiesta partidario. No nos faltan ejemplos hoy en día, que cada cual busque los propios silogismos en sus ideologías. 
No nos definimos por nuestras aficiones, sino por las ideas y acciones. No lo olvidéis. No tenemos porqué ser amigos de todos los que pasean a un perro, pedalean en bicicleta o visten ropa de determinada marca o estilo. Las virtudes no se comparten.
Tengo la impresión de que los que mandan utilizan este tipo de dinámicas de grupo para diluir las personalidades, aplacar a los disidentes, integrarlos y desactivarlos al incluirlos en una marca con sus señas de identidad.
Pero ya sabéis que pasa con las leyes. Se usan según cada cual quiere. El gobierno las agita contra el pueblo, contra infractores reales o imaginarios. Por contra, los de signo contrario las utilizan cuando les interesa, denuncian a quién les parece cuando la ley les conviene, incluso aunque el supuesto delito haya caducado o la incumplen cuando no se sienten de acuerdo... Lo mismo que hacen algunos propietarios de los perros en el metro.

Buenrrollito amigos.

Beningno F.

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