Alguien me recomendó este libro. No sé quién. Tiene buenas críticas y seguramente esperaba de mí un comentario mordaz. No me extraña. La historia y su autora reúnen todas las características para ponerse de inmediato en mi punto de mira.
Efectivamente, mis cejas se enarcaron ampliamente cuando leí que era una historia de una autora judía fallecida en un campo de concentración alemán durante la segunda guerra mundial. Unos papeles perdidos, una novela inacabada rescatada por la familia y que luego resulta ser una obra maestra. Mis malos pensamientos se dispararon de forma frenética pero he de reconocer que, pese al tufo de manipulación editorial para incrementar ventas, la novela vale mucho la pena.
Es una novela ambientada en la guerra pero carece de escenas bélicas, es de la trastienda de la guerra, no se dispara ni un sólo tiro, sólo se habla de las armas de forma colateral. Son pequeñas historias personales unidas, apenas colgadas de un hilo, por eso me gustan. Diminutas piezas cotidianas, imparciales, escasas opiniones políticas, incluso comprensivas con los alemanes y los colaboracionistas. Con cabida incluso para alguna historia de amor, de esas de amantes que caminan en campos llenos de minas ideológicas.
Al final del libro, como de relleno, aparecen reproducidas notas de la autora sobre la obra y parte de la correspondencia de ella y su familia. Esa parte resulta impresionante, estremecedora, de auténtico tembleque. Ella y su marido fueron deportados y asesinados sucesivamente en campos de exterminio. Las cartas de ella, de él, de su familia, pidiendo noticias, clemencia, ayuda, dando explicaciones, son tan educadas, tan sencillas, incluso esperanzadas en el reencuentro, en la liberación, que son el golpe definitivo para la conciencia adormecida durante la lectura. Porque la imparcialidad de la autora con los alemanes, la cotidianeidad de lo relatado ha llevado el péndulo tan alto que el golpe de la realidad es tremendo. De pronto te das cuenta que la crueldad y la violencia fueron también algo ordinario, habitual, no constituyeron acontecimientos extraordinarios. Cobra toda su fuerza la veracidad de la historia, la maestría de su autora y vale de verdad la pena el rescate de esos papeles olvidados.
Para recordar: "En el colegio el alumno más débil prefiere la opresión de uno solo que la libertad... Si se libra del tirano, está solo, abandonado en medio de todos." "Es curioso que la masa, la odiosa masa, esté formada en su mayoría por buena gente. Eso no la hace mejor a ella, ni peor a ellos." "Seguramente, el espíritu del pueblo está gobernado por leyes que se nos escapan, o por caprichos que ignoramos. Pobre mundo, tan hermoso y tan absurdo..."
Para olvidar: Que resulta ser cierto todo lo relatado. Que el ser humano es capaz de darse la vuelta ante la injusticia y la violencia. Algunos a eso le llaman instinto de supervivencia.
Puntuación: 8,5 / 10
Benigno F.
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